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Cómo captar la atención de mis alumnos

No puedo hablar en público

¿Cómo se dice: Conferenciante o conferencista? 

¿Cómo se escribe el porcentaje?

¿Qué no debe hacer un orador para no poner en peligro su objetivo?

¿Por qué soy una persona tan tímida? ¿Me ayudará practicar oratoria?

¿Cómo saber si estoy aplicando mi oratoria correctamente?

¿Por qué dicen que no debemos juntar las manos?

¿Para qué sirven la etimología y la semántica?

¿Qué son las posiciones existenciales?

¿"La mayoría es" o "la mayoría son"?

¿Qué es una "Mente Maestra"?

¿Se dice "debe hacerse" o "se debe hacer"?

Me gustaría dictar un curso de oratoria







¿Conferenciante o conferencista?
 

El Diccionario de la Real Academia Española sugiere "conferenciante". No dices: "Discursista", sino "discursante", ¿verdad? Es similar.  

¿Cómo escribir el porcentaje?
 

¿10%? ¿Diez por ciento? ¿Diez %? ¿10 por ciento? ¿Entre 10 y 15%? ¿Entre 10% y 15%? ¿El 20% está -o estaban- de acuerdo? ¿El 25% fue descartado? Para la respuesta, por favor, busca "Porcentaje" en wikilengua.

No debe confundirse % con  el símbolo , (del inglés "care of ['encargado a']" que se usa como código postal para indicar que el documento o paquete también puede entregarse a la persona cuyo nombre se indica junto al símbolo. Por ejemplo, si el destinatario es el Sr. Juan Rodríguez, se puede añadir ℅ ["encargado a"] Srta. María Ibáñez.

¿Qué no debe hacer un orador para no poner en peligro su objetivo?

Por "poner en peligro su objetivo" podríamos entender que se pongan en peligro cosas como, por ejemplo, su presentación, su reacción, imagen o intención de persuadir.  Básicamente, significa lo siguiente:

1) No debe decir nada que se interprete como mentira ni como un torcimiento de lo que es cierto o consabido, ni hacer nada que dé la impresión de no haber investigado el asunto. 

Puede exagerar dramáticamente para destacar algunas cosas (hipérbole), o puede especular a fin de analizar ciertas probabilidades. Pero ha de estar consciente de que su auditorio entiende que solo está exagerando o especulando.

2) No debe perder terreno ganado destacando, recalcando ni repitiendo nada que convierta algo intrascendente o inapropiado en el foco de atención.

Por ejemplo, en algunos casos, el orador pudiera hundirse a sí mismo desgañitándose por atacar a su oponente. Si el auditorio cree que el oponente es apto para cierto trabajo, y el orador se la pasa destacando las cualidades que se requieren para dicho trabajo, es decir, atribuyéndoselas a sí mismo, el auditorio podría comenzar a pensar que, en realidad, su oponente está mejor calificado. Le saldría el tiro por la culata.

3) No debe ofender a nadie usando frases que enciendan pasiones y rencores que se arraiguen profundamente, lentificando y atascando sus esfuerzos por convencer o persuadir.

4) No debe hacer nada que distraiga, aburra, canse ni fatigue al oyente.   

¿Por qué soy una persona tan tímida? ¿Me ayudará practicar oratoria?

¿Te atreverías a gritar a voz en cuello durante un buen rato delante de todos en medio de un funeral o durante la noche, cuando todos los vecinos están durmiendo? ¡No! Pero ¿por qué un recién nacido no tendría ningún problema en chillar a todo pulmón en cualquier lugar y momento que le dé la gana? ¡Porque nacemos sin timidez! La timidez es una forma de temer el qué dirán y se aprende a raíz de estímulos y respuestas que uno experimenta a medida que pasan los años. ¿Cómo?

Bueno, los años que pasan no tienen en sí la culpa de nada, como si los años añadieran timidez a la vida. Lo que sucede es que, casi sin darse cuenta, y seguramente por un exceso de protección o por un desequilibrado afán por controlarlo todo, algunos adultos van dando forma a la personalidad del niño, incorporando en su carácter ciertos patrones negativos de comportamiento que terminan fijándose como estacas y convirtiéndose en su manera habitual de reaccionar y responder a los estímulos. Uno clásico es que otro hable, tome la palabra o responda por él.

Por ejemplo, alguien le pregunta: "¿Cuántos años tienes?", y en vez de permitir que el niño cultive sus propias relaciones humanas dando la respuesta, es decir, construyendo su propia experiencia, se adelantan y responden por él, pensando que es incapaz de responder por sí mismo, y dicen: "Tiene 3 añitos", y así siguen respondiendo y reaccionando por él durante mucho tiempo, anclando en su interior el concepto: "Mejor que otro responda [o lo haga, lo diga, lo mueva, lo pregunte, lo traiga o lo lea] por mí".

Lamentablemente, cuando finalmente se atreve a intentarlo por sí mismo, no falta quien lo critique, ridiculice o de otro modo le haga creer que no es apto para contestar por sí mismo, y poco a poco se cree cada vez más incapaz de asumir su propia responsabilidad de responder por sí mismo. Aún peor, no falta quienes creen que le hacen un favor haciéndole sus tareas, hablando o escribiendo por él, adelantándose y cerrándole el paso, robándole las oportunidades, etc. 

Al permitirlo una y otra vez, se hunde cada vez más en un silencio desesperante, y, por ejemplo, el día que se casa, no le basta vivir con su pareja, necesita a su mamá cerca para que siga diciéndole cómo debe vivir. Suena duro, pero es la realidad. La timidez se aprende, se clava como un anzuelo que ingresa hasta la garganta y resulta muy difícil de reemplazar por una conducta fértil.

Otro ejemplo. ¿Cómo responderá cuando lo inviten a cenar y le pregunten: "¿Qué te provoca?". ¿Se paralizará y esperará hasta que la otra persona le dé una respuesta o sugerencia? ¿Se quedará mirándola como diciendo: "No sé", hasta que la otra persona, creyendo que le hace un favor, le diga: "Te recomiendo [tal cosa]", acabando con el problema? Sin embargo, como si fuera una subducción de una placa tectónica, el verdadero problema sigue avanzando por lo bajo, consumiendo sus sentimientos. El temor al qué dirán se ha vuelto muy fuerte e irresistible...

¿Es tan malo temer qué dirán los demás? Depende. Si siente un terror mórbido de fracasar o de recibir una crítica negativa, está en problemas. Pero si se trata de un respeto saludable por respeto y consideración hacia los demás, no.  Por ejemplo, si le preguntan: "¿Qué te provoca?", no tendría ningún problema en decir: "Una limonada [agua con gas, un café o un Cointreau o lo que sea que le provoque]". Pero tal vez piense: "Si pido un Cointreau, ¿lo meteré en problemas si no puede pagarlo?" o quizás pida uno, pensando: "No creo que esta persona tenga ningún problema en pagar por un Cointreau", o por último, "Yo lo pago".

¿Y cómo reaccionaría si pidiera uno y la otra persona le dijera: "Lo siento, no puedo pagar eso. Pero puedes pedir una cerveza o una copa de vino"? ¿Se hundirá de vergüenza? ¿O sencillamente lo comprendería y seguiría disfrutando de la velada como si nada hubiera pasado? En la reacción está la diferencia. Porque no es timidez cuando uno muestra una saludable consideración por la otra persona. Pero si le impide disfrutar de las relaciones humanas sanamente, sería diferente.

Debido a que exponerse constantemente a la crítica y a la experiencia de beneficiar a los demás con un buen discurso, la oratoria siempre ha sido un excelente recurso para ayudarse uno a sí mismo a superar la timidez. Por eso, aprender Las 4 Leyes puede servirte para entender y aplicar tu oratoria no solo en tus discursos, sino en tus relaciones con los demás. 

Aquí hallarás muchos tips para entender este problema desde una óptica simple y fácil de captar. Solo escribe "timidez" arriba, en el buscador de FreeFind, y te daré una lista de lugares donde he escrito sobre este importante asunto.

¿Cómo saber si estoy aplicando mi oratoria correctamente?

Uno puede saber cuando está obrando correctamente al observar el resultado o efecto que producen sus acciones. 

Por ejemplo, si uno tropieza, es porque no se fijó donde pisó. Entonces decide fijarse mejor por donde va. También puede darse por enterado cuando alguien le advierte: "Cuidado con el hueco que hay en el camino". También puede aprender al ver lo que les sucede a otros. Por ejemplo, si uno ve que alguien cae en el hueco, sacará una lección y lo esquivará. Y también puede aprender por medio de prestar atención a la explicación de otra persona, que le advierte acerca de la importancia de mirar bien por dónde camina.

Lo mismo sucede con cualquier cosa que uno quiera aprender en la vida. Puede aprender por medio de recibir la guía de un maestro, por medio de ver cómo lo hacen otras personas, por medio de prestar atención a las advertencias o por experimentar las consecuencias. Entonces refuerza lo bueno y descarta lo malo.

Lamentablemente, a algunas personas les va mal pero no sacan una lección, no escuchan las advertencias o no tienen en cuenta lo que les sucedió a otros que pasaron por la misma experiencia, y continúan en su mal proceder hasta que la vida finalmente les pasa la factura y tienen que pagar un precio altísimo por su descuido.

La oratoria, como cualquier materia relacionada con la comunicación, se ha convertido en una gran responsabilidad. Porque implica comunicar a otros un mensaje de manera que beneficie a quienes le escuchan. Si el mensaje no se entiende, o no se comunica de manera apropiada, puede ocasionar problemas o, en el mejor de los casos, confundir a los oyentes.

Tu pregunta refleja un gran sentido de responsabilidad porque quieres saber si estás aplicando correctamente los principios de la oratoria cuando te expresas. Al respecto, ten en cuenta lo siguiente.

Una forma es investigando cuáles son los principios en que se basa la oratoria y las reglas y sugerencias de los entendidos. Otra es observando cómo lo hacen los comunicadores experimentados. Y otra con el asesoramiento de un maestro.

Ahora bien, hacerlo por tu cuenta implica una autoevaluación. Pero debes tener en cuenta que toda autoevaluación es subjetiva, es decir, referencial. Nunca sobra el consejo y la guía de un maestro. De modo que si tienes la oportunidad de tomar un curso, no te amilanes. Ve y aprende. No importa que sea mucho o poco lo que te enseñen, añadirás experiencia a tu vida.

Oratorianetmovil contiene para ti todos los consejos que necesitas para dar un buen giro a tu oratoria. Y también tienes a tu disposición tablas de evaluación que pueden guiarte con paso seguro por una evaluación objetiva. Hallarás pequeñas tablas para niños, y tablas más específicas, para jóvenes y adultos, que te servirán para evaluar a otros.

¿Evaluar a otros? ¡Sí! Porque al evaluar a otros evaluarás tu propio desempeño indirectamente, ya que tendrás en cuenta lo que hizo bien (para imitarlo) y lo que hizo mal (para evitarlo). 

Se conoce como sentar en cabeza ajena, es decir, aprender por lo que les sucede a otros. Lógicamente, no es cuestión de imitar a la persona en sentido literal, sino de imitar su buena disposición a poner en práctica maneras convenientes de aplicar la oratoria. Evaluando a otros mantendrás en perspectiva la importancia de aplicar una oratoria eficiente.

Solo una advertencia: Evalúa con un objetivo, no por hábito. Porque si comienzas a evaluar a todo el mundo te volverás una persona criticona y quizás se te infle el ego hasta el punto de creerte superior a los demás. 

Lo mejor es usar la evaluación modestamente con el único propósito de aprender. Evita criticar por criticar. Es mejor no tener una mentalidad evaluadora, porque perderías la perspectiva. Debes permitir que cada quien despliegue sus cualidades y expresiones según su propio estilo e individualidad. Toda evaluación debe tener el propósito de ayudar, mejorar y encomiar, no desalentar, desanimar ni derribar.

Qué es el pensamiento hipotético deductivo

El pensamiento hipotético-deductivo es un rasgo que consiste en una suposición (posible o imposible) de la que se deduce o saca una conclusión (correcta o incorrecta) mediante el uso del razonamiento y la influencia de las emociones y sensaciones. Comienza a desarrollarse en la adolescencia.  Por ejemplo, quizás el joven vea a jóvenes que desobedecen a sus padres haciendo muchas travesuras. Se les ve felices y contentos, disfrutando de la vida. Quizás comience a preguntarse: "¿Qué pasaría si hago lo mismo?". Y el "¿Qué pasaría si...?" le abre las puertas a un mar de probabilidades. Ha despertado su pensamiento hipotético deductivo.  Y entender esa clase de pensamiento y su influencia en la oratoria puede ayudar a mejorar la eficacia de un discurso.  MÁS

Por qué no conviene juntar las manos

Ante todo, aclaremos que no hemos dicho que no se deben juntar las manos. Juntar, esconder u ocupar las manos innecesariamente queda a criterio del orador. Pero  Las 4 Leyes están basadas en principios, de los cuales emanan las reglas y sugerencias que ofrecemos en nuestro site, y sobre esa base sugerimos: "No juntes las manos". Es una sugerencia, no una regla inflexible. No es incorrecto juntar las manos, pero no es conveniente hacerlo a cada rato, como un tic nervioso. El problema es el mensaje indirecto que podríamos estar enviando.

¿Por qué cuando algunas personas están sentadas, se sienten cómodas y casi nunca juntan las manos, mientras que cuando se ponen de pie, lo primero que suelen hacer es juntar las manos o esconderlas en los bolsillos? ¿Será un problema de inseguridad? Nosotros estamos convencidos de que esa es la razón.

La sugerencia de no juntar las manos siempre ha estado enmarcada en las sugerencias, no de los principios. Porque se trata de un rasgo en el que uno puede ser flexible. Te recomendamos repasar el concepto en la explicación detallada de la sección dedicada a los ademanes. Allí notarás que sugerimos vigorosamente que el orador no junte las manos. Pero ¿es tan importante?

Bueno, nuestra opinión acerca de no juntar las manos se basa en que, cuando se tienen las manos libres, se comunica mayor competencia para la oratoria y que uno sabe qué hacer y qué no hacer con sus manos, algo que proyecta una imagen de aplomo. Si el orador no junta las manos, ayuda al oyente a concentrarse en el tema del discurso, no en su persona. Mejor que juntar las manos, recomendamos usarlas eficazmente o dejarlas caer naturalmente a los lados. No todos logran alcanzar esa confianza y aplomo.

Los seres humanos usamos las manos como medios de comunicación no verbal (los gestos y ademanes a veces dicen más que las palabras). De hecho, los expertos concuerdan en que más del 90% del peso de convicción en una conversación recae sobre el lenguaje corporal. Juntar las manos a cada rato bloquea esa vía de comunicación y debilita el impacto. Envía una señal que pudiera interpretarse como: "No sé qué hacer con mis manos". Y si un orador pareciera decir: "No sé qué hacer con mis manos", sería como un conductor de taxi que dijera: "No sé dónde está el freno" o "No sé qué hacer con el timón". ¡Por favor!

La comunicación gestual es fundamental en oratoria. El que el orador dé a entender que no sabe qué hacer con sus manos es como si un escritor no supiera qué hacer con los adjetivos gramaticales o con los signos de puntuación. Socava la confianza que el oyente quisiera depositar en él ("Si esta persona ni siquiera sabe qué hacer con sus propias manos, ¿cómo pretende convencerme de un asunto tan importante? ¿Realmente me da la impresión de que puedo depositar toda mi confianza en una persona que no sabe qué hacer con sus propias manos?").

Por lo tanto, ¿qué es lo que se debería hacer con ellas? ¡Usarlas eficazmente, pues! Porque para eso sirven los ademanes. Si crees que ese es tu problema, en nuestra sección de los ademanes hallarás todas las explicaciones, motivaciones y tips para superarlo.

Para qué sirven la etimología y la semántica

La etimología estudia el origen de las palabras (por su existencia, significado o forma), y la semántica estudia su significado (y combinaciones). Los diccionarios etimológicos y semánticos ayudan al orador a familiarizarse mejor con las palabras, lo cual refuerza su confianza y seguridad al obtener un mayor control sobre sus recursos lingüísticos, tanto para entender personalmente lo que estudia como para dar explicaciones más eficientes a sus oyentes.

Posiciones existenciales

Las posiciones existenciales son un enfoque práctico del análisis transaccional entre dos o más personas:

1. YO ESTOY BIEN/TÚ ESTÁS BIEN
2. YO ESTOY BIEN/TÚ ESTÁS MAL
3. YO ESTOY MAL/TÚ ESTÁS BIEN
4. YO ESTOY MAL/TÚ ESTÁS MAL

Oratorianetmovil te las muestra como puntos de referencia o ejemplos, no como definiciones completas, inflexibles ni dogmáticas. Las mencionamos aquí solamente para ayudarte a entender un poco mejor algunos aspectos de la interacción de un orador con su auditorio. Si quieres una explicación un poco más amplia, TOCA AQUÍ.

¿Cómo se debe decir? ¿"La mayoría de esas personas es pedante" o "La mayoría de esas personas son pedantes"?

No vamos a discutir al respecto. Preferimos la primera, aunque reconocemos que el Diccionario Panhispánico de Dudas, de la Academia, sugiere lo siguiente (bajo Concordancia, subtema 4.8, Sujeto de cuantificador [p.ej. mayoría] + de + sustantivo en plural [p.ej. personas]:

"Los sustantivos cuantificadores (p.ej.: "mitad", "mayoría", "minoría", "resto", "diez por ciento", "grupo", "montón", "infinidad", "multitud", etc.) son aquellos que, siendo singulares, designan una pluralidad de seres de cualquier clase; la clase se especifica mediante un complemento con "de" cuyo núcleo es, normalmente, un sustantivo en plural (p.ej.: "animales", "profesores", "presentes", "libros", "votantes", "alumnos", "cosas", "amigos", "problemas", etc. ). Así tenemos: la mitad de los animales, la mayoría de los profesores, una minoría de los presentes, el resto de los libros, el diez por ciento de los votantes, un grupo de alumnos, un montón de cosas, infinidad de amigos, multitud de problemas, etc.

Pero añade: "La mayor parte de estos cuantificadores admiten la concordancia con el verbo tanto en singular como en plural, dependiendo de [cursivas nuestras] si uno juzga como núcleo del sujeto el cuantificador singular ("la mayoría") o el sustantivo en plural ("los profesores") que especifica su referencia, siendo mayoritaria, en general, la concordancia en plural. Por ejemplo: "Hacia 1940 la mayoría de estos poetas había escrito lo mejor de su obra" (Paz Sombras [Méx. 1983]); "La mayoría de los visitantes habían salido" (Marías Corazón [Esp. 1992]); "Una veintena de personas ocupaba la sala" (Chavarría Rojo [Ur. 2002]); "Una veintena de curiosos observaban de lejos a un piquete" (PzReverte Maestro [Esp. 1988]).

Sin embargo, cuando el verbo lleva un atributo o un complemento predicativo, solo es normal la concordancia en plural: «La mayoría de estos asesinos son muy inteligentes» (Mendoza Satanás [Col. 2002]); «La inmensa mayoría de las casas permanecían vacías» (Savater Caronte [Esp. 1981]). Los sustantivos cuantificadores que se usan sin determinante (infinidad, cantidad, multitud) establecen la concordancia obligatoriamente en plural, pues, en realidad, forman con la preposición de una locución que determina al sustantivo plural, que es el verdadero núcleo del sujeto: "Infinidad de católicos desatendieron semejante orden pontificia" (Vidal Ocultismo [Esp. 1995]); "Cantidad de organizaciones se dedican a [...] ayudar a personas que han sido víctimas de abuso sexual" (NHerald [EE. UU.] 21.10.97)."

¿Qué es una "Mente Maestra"?

Mente Maestra es un concepto descrito magistralmente por Napoleón Hill y atribuido al famoso potentado del acero Andrew Carnegie. Consiste en la convocatoria de dos o más personas que armonizan en cuanto a política, propósito y objetivo para generar un efecto o producto de la suma o multiplicación de sus ideas, potenciándolo de modo que surjan proposiciones, teorías, hipótesis, respuestas y soluciones que no habrían descubierto por sí mismos. (MÁS)

¿Se dice "debe hacerse" o "se debe hacer"?

Puedes decirlo de ambas maneras. Pero ¿mejor por qué no amplías tu entendimiento del uso de "se" en estos y otros casos visitando el Diccionario de la Real Academia.  Por ejemplo, un caso más complicado sería preguntarte si sería correcto decir ¿"se vieron a varios sospechosos en la zona" o "se vio a varios sospechosos en la zona"? Aquí no se sugiere decirlo que ambas maneras.

Por ejemplo, la oración es en realidad "se vio en la zona"? Pero ¿qué se vio? ¡Esta incompleta! Cuando el verbo ("vio") se presenta de esa manera, sin especificar, necesita el complemento directo para que se entienda. En el presente caso, el complemento "a varios sospechosos" completa el entendimiento. Por eso, lo correcto es, en este caso, "se vio a varios sospechosos en la zona". La razón es que el complemento (en este caso "a varios sospechosos") no es el que debe determinar si el verbo va o no en plural. La concordancia correcta de cantidad es entre el verbo ("ver") y el sujeto ("la zona"), no entre el verbo ("ver") y el complemento directo ("a varios sospechosos").  MÁS

No obstante, la figura sería diferente si por dicha oración nos referimos a que los sospechosos se vieron las caras los unos a los otros en la zona. En tal caso, sería correcto decir: "Se vieron varios sospechosos en la zona" [es decir, se dieron cita en la zona"] porque no nos referimos a que se les vio allí, es decir, a que otros los vieron allí,  sino a que ellos mismos se vieron las caras entre sí. Sería como decir que "se vieron las caras varios sospechosos en la zona". No sería correcto decir "se vio las caras varios sospechosos en la zona".

De modo que debes poner atención a lo que quieras decir o -escribir- y añadir los complementos directos o constituyentes sintácticos necesarios (pronombres, proposiciones subordinadas, etc.) a fin de evitar malentendidos, teniendo en cuenta que es más difícil hacer correcciones a un discurso que ya fue presentado -o a un libro de papel que ya fue publicado- que a una página web que puedes actualizar en cualquier momento.

Tal vez te preguntes si esta diferencia sutil es tan importante. La respuesta es: Depende. A las personas poco cultas no les importaría cómo lo dijeras porque no entenderían la sutil diferencia. Captarán lo que quieres decir. Pero si en tu auditorio hay gente culta, es decir, gente bien leída que entiende las diferencias, pensará que no eres una persona bien informada, lo cual podría poner en peligro su aprobación y, con ello, tu imagen y la influencia o poder de convocatoria que necesitas para obtener cooperación. Por eso sería mejor que, aunque tu habla suene sencilla, no tenga errores tan evidentes para la persona culta. Porque la misión del orador es abarcar al mayor porcentaje de sus oyentes.

Me gustaría dictar un curso de oratoria

Para ser breve también debo ser franco. Saber hablar en público o saber dictar conferencias no te convierte automáticamente en un maestro de oratoria. Porque una cosa es motivar y dejarse entender, y otra, enseñar a otros a hacerlo bien... ¡y en muy poco tiempo! Puedes tener grandes habilidades para exponer un tema, pero no necesariamente la capacitación para lograr que otros lo hagan.

Sin embargo, si tienes las cualidades y el entrenamiento necesario y quieres dedicarte a la enseñanza de la oratoria, es decir, ocupar un puesto de enseñanza en una compañía o institución, sigue las sugerencias que te ofrezco aquí en Oratorianet Móvil. No hay nada que lo impida. 

Sin embargo, una pequeña advertencia: Hay comunidades que exigen que un maestro o vendedor tenga como mínimo un título de licenciado en comunicación, otorgado por una institución de enseñanza, en caso de que quiera ocupar un puesto remunerado. Lo hacen para garantizar de algún modo que la calidad de la enseñanza no deje mucho qué desear.

Mi interés no es que simplemente aprendas a hablar en público eficazmente, sino que acumules la experiencia necesaria para ayudar a otros a hacerlo bien, y que más personas se liberen del tabú de que la oratoria es solo para personas superdotadas.

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