¿Cómo expresarme mejor cada día?

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Por lo general, todos comenzamos a hablar espontáneamente por medio de imitar el habla de nuestros padres aproximadamente al año de nacer, y comúnmente empezamos a escribir a partir de la escuela, cuando los maestros nos enseñan a armar palabras y frases sencillas usando el abecedario (ESE OSO, AMA A MI MAMÁ).

Pero, poco a poco, el sistema de enseñanza, que se suponía debía facilitarnos las cosas para expresarnos mejor, terminó complicándonos las cosas, y los gerundios, diptongos, hiatos, esdrújulas, hipérboles, diacríticas, pretéritos, antecopretéritos, yuxtaposiciones y demás términos técnicos acabaron abrumándonos de un modo que nos dejó mental, psicológica y emocionalmente exhaustos, por no decir plenamente discapacitados para redactar con suficiente eficiencia una simple carta para solicitar un modesto puesto de trabajo (siempre terminamos pidiéndole a otro que lo ponga por escrito por nosotros). Lo que se diseñó para ayudarnos a entendernos mejor los unos a los otros, resultó despertando en la mayoría una marcada y nada disimulada aversión por las letras, logrando a duras penas rescatar  de la ignorancia supina a una minoría poco comprendida que finalmente lograría descubrir en estos menesteres el fascinante desafío de memorizar todas las conjugaciones de cuanto verbo se nos ocurriera y de devorar las delicias intelectuales editadas por la crema y nata de la especialidad. ¡Qué paradoja inexplicable, imperdonable y execrable!

Una enseñanza confusa y aburrida no es enseñanza. Maxwel Maltz, autor de Principios de psicocibernética (1958) escribió: "Cuando cesa el entretenimiento, cesa la enseñanza". Y nadie puede negar que la enseñanza del idioma es un asunto que requiere grandes dosis de paciencia con los maestros (lo mismo dicen ellos de sus alumnos). Porque si las llamadas normas de etiqueta social sirvieron desde la antigüedad, no solo para cultivar el respeto por las personas, sino para discriminar -sin lugar a dudas- a los que no pertenecían a la misma clase social, especialmente la llamada alta sociedad, las normas del lenguaje no fueron menos tolerantes ni contemplativas con el vulgo.

Es cierto que toda población necesita pautas claras para que su idioma no se desparrame como en la Torre de Babel y para que sus hablantes no terminen absolutamente incomunicados. Pero para colmo de nuestra idiosincrasia, los arcaicos sistemas de enseñanza siguen enquistados como si se tratara de dioses inmortales, y no hay forma de convencer al pueblo de que aprender a expresarse con propiedad sea una actividad agradable o remuneradora. Si nuestros padres y abuelos no logran despertar en nosotros el amor por la lectura, la caligrafía, la escritura, la redacción y la buena pronunciación, difícilmente les seguiremos el paso después a los más estudiosos, cultos y adelantados. Terminarenos jablando y ezcriviendo dejaxtrosanemte.

¿Qué podemos hacer para remediarlo?

Si nuestros padres, abuelos o maestros no supieron enseñarnos a hablar y escribir con corrección, y hemos entendido que para salir adelante es imprescindible aprender a leer y escribir razonablemente bien, ¿qué podemos hacer para remediar la situación?

Todo comienza con el interés que le pongas a tu desarrollo personal. Si estás consciente de que tus padres no supieron darte un buen comienzo, tendrás que hacerlo por tu cuenta. El truco del éxito es el mismo que si visitas a un psicólogo: Si no cooperas con el tratamiento, es imposible que su ayuda te sirva de algo. Todo comienza con el interés y empeño que le pongas. Un interés débil te dará un éxito débil, y un gran interés te dará un gran éxito, y la clave está en el amor. Si tus padres y abuelos no despertaron en ti el amor por la lectura, la caligrafía, la escritura, la redacción y la buena pronunciación, tienes que despertar ese amor en tu interior sin ayuda de nadie. En lo que respecta a la Lengua, es realmente una cuestión de amor por el idioma. Es decir, de sentir el placer de ver las muchas ventajas que se logran de hablar y escribir con corrección.

El hecho de que estés leyendo este material es una prueba evidente de que ese amor se ha despertado en ti. Pero ese amor inicial es solo como una pequeña llama en tu interior. Si le echas leña, carbón, alcohol o papel, arderá según como desees. Si tus estímulos se asemejan a alcohol o papel, encenderán un enorme fuego en un instante, pero no por mucho tiempo; en cambio, si se parecen a la leña o al carbón crecerán y arderán por muchísimo tiempo. Hay literatura y páginas web semejantes al alcohol, es decir, llaman tu atención y despiertan en ti un interés explosivo, como los periódicos sensacionalistas de titulares rimbombantes y una gran tirada. Pero no tienen sustancia. Y hay libros y revistas semejantes a carbones o paneles solares, que no solo captan tu atención, sino que te dejan el sedimento de grandes enseñanzas para toda la vida.

De modo que la clase de lectura que escojas puede determinar si tu interés crecerá o se ahogará. Si escoges material escandaloso o aburrido que no te sirve de manera práctica para enfrentar la adversidad, tomar decisiones sabias y resolver problemas, tal vez acabes desanimándote. Estorbarás tu desarrollo. Pero si lees material interesante, que te ayude a enfrentar la vida, mejorar tu aptitud para tomar decisiones y mejorar tu puntería intelectual y tus relaciones humanas, avivarás el fuego del interés y te sentirás cada vez mejor, como para ahondar en lecturas aún más interesantes.

Por ejemplo, hay personas que no tienen interés en las computadoras, pero cuando se enteran de lo práctico que es el correo electrónico, comienzan a usar el teclado para escribir y enviar breves mensajes a sus amigos. Al poco tiempo no solo escriben a toda velocidad y con una facilidad increíble, sino que se despierta en ellos el amor por la informática de modo que descubren su vocación por las telecomunicaciones y hasta la convierten un medio de vida. Sucede a cada rato. De una situación de completa ignorancia de lo que eran las computadoras, terminan siguiendo una carrera afín, con un nuevo estilo de vida basado en la productividad.

Algo similar sucede con la lectura, la caligrafía, la escritura, la redacción, la buena pronunciación y la oratoria. Tal vez al principio nos dé la impresión de que son cosas complicadas y aburridas, pero a medida que nos percatamos de lo ventajoso y maravilloso que resulta comunicar mensajes bien estructurados, pudiera convertirse en una pasión. De la condición de lectores casuales, podríamos convertirnos en escritores profesionales.

¿Es tan importante saber hablar un poco mejor cada día?

La mayoría de la gente cree que todos los grandes empresarios son máquinas humanas de hacer dinero, gente de mente codiciosa que no tiene sentimientos, cultura ni escrúpulos, que solo piensa en amasar una fortuna tomando decisiones atrevidas sin medir el peligro. Pero nada más lejos de la realidad. Un empresario de alto nivel es una persona muy inteligente, que devora libros y se interesa en la comunicación en todos los niveles. Basta con leer un buen libro sobre manejo y desarrollo empresarial para bajar de la nube y darnos cuenta de la tremenda inteligencia que se requiere para ser autor de semejantes ideas y argumentos.

Por ejemplo, muchos solían citar a Tom Peters, autor del éxito de ventas “En Busca de la Excelencia”. Pero pocos se percatan de que Peters no lo logró solo. En realidad, fue coautor de Robert Waterman. Además, aunque Peters era indiscutiblemente muy inteligente, también sabía hablar muy bien. Era un orador por excelencia, a pesar de usar y promover métodos muy poco ortodoxos. ¿Y acaso lo logró rascándose la barriga? ¡De ninguna manera¡ Era un hombre muy instruido. Había leído, investigado y estudiado mucho. Por eso estuvo en posición para producir sus interesantes y revolucionarias interpretaciones e hipótesis, vertiéndolas en incontables informes, libros, conferencias y debates a nivel mundial.

Sin embargo, Peters es solo un botón de muestra. No lo dudes, los verdaderos líderes del empresariado leen, escriben y hablan en público a menudo. Si lees a Warren Bennis, Michael E. Porter, C.K. Prahalad, Thomas O Davenport, Ken Blanchard, Charles Handy o F. Hesselbein, por citar solo algunos, notarás que todos saben estructurar muy bien sus pensamientos. Tienen un estilo y saben comunicar sus ideas ordenadamente.

Eso no se adquiere de la noche a la mañana ni con la ley del menor esfuerzo. Es el resultado de una lucha constante por ser mejor cada día, lo que significa pensar mejor, sentir mejor, hablar mejor y escribir mejor. Y aunque es cierto que muchos de ellos graban su voz y entregan el material a una secretaria para que lo pula; o escriben sus borradores y solicitan la ayuda de un corrector de pruebas; o simplemente lo entregan a una editorial, que se encarga de mejorar el texto, en el fondo, la palabra y la estructura de las oraciones son de ellos mismos, el resultado de su experiencia, carácter y virtud.

Para ser un verdadero líder tienes que entender a las personas; y para entender a las personas tienes que comenzar por leer mucho y escribir mucho. No me refiero a hablar por hablar ni escribir por escribir, sino a hablar con corrección y escribir con corrección. Si quieres ser mejor cada día, tienes que tomar en serio la lectura, la caligrafía, la escritura, la redacción, la buena pronunciación, la oratoria y las relaciones humanas. Y esas cosas no se consiguen fácilmente. Requiere flexibilidad y esfuerzo.

Por ejemplo, ¿cómo reaccionas cuando alguien te ofrece un material de lectura que contiene cosas interesantes, cosas en las cuales tal vez nunca te detuviste a pensar? ¿O cuando alguien quiere animarte a tener una plática acerca de un tema original, sorprendente u ocurrente? ¿Pones excusas y evades la situación, o te atreves y sostienes la conversación, haciendo preguntas, comentando y evaluando lo que la otra persona te quiso decir?

Bueno, si realmente quieres hablar mejor cada día, tienes que procurar ser mejor cada día, lo cual resulta de comenzar por mejorar tu selección de las cosas que ves, lees y escuchas, tanto respecto al contenido intelectual como a la calidad y presentación del material. Aunque un buen libro o una buena revista no siempre tiene una bonita presentación, generalmente la buena presentación es el resultado de un gran esfuerzo editorial, de modo que hay más probabilidad de encontrar tesoros intelectuales en los libros y revistas que tienen una bonita presentación. Evita los programas sensacionalistas de radio, televisión e Internet que abaratan las expresiones y actitudes. Si quieres ser mejor, evita lo peor.

Mejora tu caligrafía

Pero no te quedes en la lectura. Tu caligrafía, es decir, la manera como dibujas las letras y números, dicen mucho de tu personalidad y carácter. Te recomiendo hacer ejercicios de caligrafía y comenzar a dibujar mejor tus letras y números. Tal vez quieras adquirir un libro sobre grafología para tener una idea de lo que los rasgos de tu escritura actual pudieran estar comunicando, a fin de mejorar tu caligrafía y modificar la imagen que actualmente estás proyectando cuando escribes.

Mejora tu escritura y redacción


Además, ten en cuenta que escribir con corrección no es simplemente una cuestión de dibujar letras y palabras bonitas, sino de estructurar razonablemente bien las frases y oraciones en un párrafo por medio de utilizar adecuadamente los elementos del lenguaje escrito, es decir, siguiendo las recomendaciones de la Real Academia Española.

Por ejemplo, dicen que cierto hombre, nadie sabe si por ignorancia o malicia, dejó a sus herederos el siguiente Testamento: “Dejo mis bienes a mi sobrino Juan no a mi hermano Luis tampoco jamás se pagará la cuenta del sastre nunca de ningún modo para los jesuitas todo lo dicho es mi deseo Fulano de Tal”.

Como el muerto no había usado signos de puntuación, el abogado pidió a cada cual que presentara una posible interpretación, y el siguiente fue el resultado:

Juan dijo que el finado en realidad quiso decir: “Dejo mis bienes a mi sobrino Juan, no a mi hermano Luis. Tampoco, jamás, se pagará la cuenta del sastre. Nunca, de ningún modo, para los jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo. Fulano de Tal”.

El sastre dijo que el finado en realidad quiso decir: “¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis? Tampoco, jamás. ¡Se pagará la cuenta del sastre! Nunca, de ningún modo para los jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo. Fulano de Tal”.

Y los jesuitas dijeron que el finado en realidad quiso decir: “¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis? Tampoco. Jamás se pagará la cuenta del sastre. Nunca, de ningún modo. ¡Para los jesuitas todo! Lo dicho es mi deseo. Fulano de Tal”.

Por eso, nunca subestimes la importancia de aprender a leer, escribir y hablar con corrección. Porque según como lo digas, lo interpretarán de una u otra manera. Hablar y escribir razonablemente bien es muy importante.

Mejora tu pronunciación

La buena pronunciación no solo resulta de imitar la buena pronunciación de los padres y maestros, sino del nivel cultural y educacional que se obtienen por estudio y análisis del idioma que uno habla. Los diccionarios de toda clase deben llegar a ser tus mejores consejeros. El Diccionario de la Real Academia Española está disponible en tiempo real por Internet y es gratis. Pero no basta. Es importante que uses otros diccionarios, como los de Gramática Básica, Ortografía, Sinónimos y Antónimos, Citas Célebres, etc.

Pero ten en cuenta que leyendo un diccionario no conseguirás la pronunciación de las palabras. ¡Tienes que oírlas! ¿Cómo lograrlo? Una gran ayuda para practicar la pronunciación española sería comprando un curso de español. Pero hay un camino más corto y barato: Internet. Por ejemplo: Ingresa ahora mismo al traductor de Google en su página de inglés / español y escribe la palabra inglesa "caleidoscope". La traducirá al español. Entonces haz clic en el símbolo de sonido en la parte inferior de la palabra traducida y escucharás por los parlantes de tu equipo al locutor que dice "caleidoscopio!" con una articulación correcta. Puedes escribir una frase entera, como "what is your name", y escucharás "cuál es tu nombre". Y puedes darle clic cuantas veces quieras, para escucharla varias veces. Lo mismo puedes hacer al revés, en caso de que quieras practicar pronunciación en inglés, ruso, portugués, japonés o cualquier otro idioma.

Una advertencia. Al procurar una buena pronunciación, evita irte al otro extremo, lo que se conoce como la pronunciación perfecta o exagerada. Una pronunciación exagerada es la que procura el sonido ideal de absolutamente todas las letras. Nada más desagradable al oído. Tal clase de pronunciación cae en el error de perfeccionar tanto el sonido de cada letra que pierde totalmente la naturalidad del habla conversacional. El tono conversacional es el mejor de todos. Promueve buenas relaciones y un clima confortable para la mente y el corazón.

Tal como a todos desagrada observar las actitudes y manera de vestir de una persona que se cree perfecta, porque da la impresión de que todo a su alrededor apesta, igualmente desagrada al oído una pronunciación que pretende la perfección. El mensaje emocional que conlleva, sin importar qué sea lo que diga, parece ser: "Yo soy mejor, mi voz es la más linda, soy perfecta y mi voz es perfecta, mi tono es perfecto, mis inflexiones vocales son perfectas....". En pocas palabras: Puro egotismo. Adoran su voz y le encanta oírse a sí mismos. Son personas que suelen ser exageradamente críticas con todo. No les gusta nada sino la perfección en todo. En su afán por agradar, terminan desagradando.

Si realmente quieres hablar mejor cada día, recuerda que tu habla es el resultado de un hábito lingüístico, de una mentalidad y de un nivel cultural. Para hablar mejor cada día, tienes que esforzarte por ser una mejor persona cada día, lo cual significa invertir en tu desarrollo integral, no solo en tu pronunciación. ¡Pero no caigas en el prurito de la perfección absoluta! La pronunciación es tan solo UN rasgo de tu personalidad.

Y por último, nunca olvides que una buena oratoria no es el resultado del conocimiento tácito, sino del explícito, tal como la corrección ortográfica y gramatical, así como la buena redacción y la pronunciación, no son el resultado de la casualidad, sino del estudio, la investigación y el esfuerzo genuino por entender más y mejor cómo funcionan todas las cosas.

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