"En boca cerrada no entran moscas"
La oratoria, como todo arte, es un tema inagotable. Pero hay algunas cosas que te convendría investigar en las páginas de Oratorianetmovil.
Respecto al discurso improvisado, una advertencia: Si no brota de tu interior no te servirá de nada, salvo para cumplir con una formalidad que los que te escuchen tampoco valorarán mucho.
Cuando no sientes el tema en el alma, difícilmente puedes tocar el corazón de tus oyentes y persuadirlos. Es muy probable que lo sientan superficial, frío o hasta aburrido. La falta de sinceridad suele ser perceptible.
Hablar por hablar es como uno de esos papeles en que escribes una idea, luego lo arrugas, y vuelves a escribir y luego lo arrugas, y vuelves a escribir y luego lo arrugas. Porque no escribes partiendo de ninguna idea ni tampoco estás usando un método. ¡Solo estás improvisando por escrito sin tener una brujula ni saber adónde te diriges! ¿Podrías ir a un lugar si no sabes dónde es? No. Igualmente, no puedes hablar de algo que no sabes ni sientes.
Pero todo cambia con un poco de discernimiento. Para que tu oratoria cobre vida y realmente te produzca satisfacción, tienes que usar una técnica o método, lo cual comienza sacando el tema del fondo de tu alma. Es así como comienzas a experimentar el placer de exponer en público.
Si no amas lo que haces, nunca puedes llegar a ser un experto, ya se trate de un deporte, de un pasatiempo, de una profesión, arte u oficio. Tienes que sentirlo en el alma. Lo mismo ocurre con el tema que seleccionas para un discurso. Otros te pueden sugerir uno, pero no hay nada como decirdirlo personalmente, escoger algo que brota y vive en tu interior.
Lógicamente, también debes tener en cuenta que no todo lo que vive en tu interior es apropiado para un tema de oratoria. Debes que sopesar si será algo que a tus oyentes les interesaría, para lo cual bastará con indagar por ahí, preguntar a algunos si sería interesante hablar de eso.
Por tanto, son dos los aspectos del secreto para improvisar: 1) Pensar en un tema que conoces muy bien y que les agradaría a tus oyentes, y 2) usar una técnica eficaz para improvisar. De eso trata este artículo.
No obstante, tal vez te asignen un tema que no conoces muy bien y te preguntes: "¿Pero cómo improvisaré sobre algo que no conozco ni muchos menos domino?".
No será así. Eso no es lo que quiero que pienses. No dije que improvises sobre algo que no conoces, sino de algo que conoces muy bien, de hecho, de algo que dominas y habita en tu interior. Algo que conoces mejor que nadie.
1. TEMA
La inquietud que se expresa con el pensamiento: "¿De qué hablo?" puede ser muy fuerte. Pero no lo será tanto si tienes en cuenta lo siguiente.
El tema que mejor conoces eres TÚ. Así es. Nadie puede decirte cómo eres ni cómo piensas, ni siquiera el mejor psicólogo. Solo tú sabes lo que hay en tu mente y corazón, y solo tú sabes todo el esfuerzo que te costó llegar hasta donde ha llegado tu vida.
Si bien es cierto tus padres, maestros, parientes y amigos te ayudaron a cultivar y enriquecer tu personalidad y carácter, en realidad no los ves a ellos cuando te miras en un espejo. ¡Ves tu rostro, tu cuerpo, tus gestos, tu persona! Tú eres quien ha recibido todo el impacto de los cambios, y eres quien ha cosechado sus frutos hasta este día. De modo que nadie, absolutamente nadie, aparte de Dios -si crees en Él- te conoce mejor que tú. Y así será siempre.
Por esa razón, y dicho de otra manera, tú eres el tema que mejor dominas. Y como nadie te conoce mejor que tú, significa que tienes que buscar en tu interior. Por ejemplo, si alguien tratara de decirte que no eres tú, o tratara de convencer a otros de que eres otra persona, seguramente te saldría vapor por el cuello, se te abrirían los ojos de par en par y lo pondrías en su lugar con expresiones imbatibles de indignación. ¡Nadie va a decirte que no eres tú! Bueno, eso es exactamente de lo que hablo.
Nadie tiene el derecho de decirte que no puedes hablar de aquello que habita en tu interior. Y como tú eres quien mejor domina ese asunto, significa que eres una autoridad en el tema.
No solo me refiero a que sabes tu nombre, dónde vives o cuál es tu pasatiempo, quiénes son tus padres, dónde naciste o en qué escuela o universidad estudiaste. Me refiero a absolutamente todos los pensamientos, emociones y sentimientos que ingresaron a tu cerebro y que puedas recordar, incluso mucha de la información que ingresó a través de tu bulbo raquídeo. Miles de millones de datos por segundo, por minuto, por día, por semana, por mes y por año ¡toda la vida!
Esa es una enorme cantidad de información que llegó a formar parte de ti. Todo lo que estudiaste, todo lo que leíste, todo lo que experimentaste, todos tus temores y alegrías, tus sueños y ambiciones, tus éxitos y fracasos, etc. Todo eso es parte del tema que mejor dominas: Tú. Hasta si te paraste en un jardín a observar un pajarito, tienes el derecho de hablar de ese pajarito y de ese jardín. ¡Porque estuviste allí!
2. MÉTODO
Hay diferentes métodos para improvisar. Este es solo uno de ellos. Es fácil improvisar un discurso sobre una hoja de papel. Pero ni bien comiences, tal vez lo arrugues y arrojes a la basura porque no te gustó. Pero no te recomiendo esa manera de proceder si no tienes mucha experiencia en oratoria. ¡Tienes que hacerlo al revés!
Es mejor empezar por el final del discurso, no por el principio. "¿Por el final?" -dirás. Seguramente te llamó la atención. Permíteme explicarlo.
El primer paso que tienes que dar es pensar en aquello que llevas en tu interior, aquello que más amas o más odias, lo que más te gusta o lo que más te disgusta, las razones que tienes para defender o apoyar una causa, etc. Con eso como base, trázate una meta por medio de responder la siguiente pregunta: "¿Qué es lo que pretendo lograr con mi discurso? ¿Qué es lo que voy a pedir a mis oyentes que hagan?". La meta sería, por ejemplo: "Quiero que mis oyentes se lleven la mano al pecho y les duela mucho que las ballenas y tortugas marinas coman plástico. Que lo piensen dos veces antes de volver a usar bolsas de plástico". Es solo un ejemplo.
Teniendo esa idea en el corazón, el siguiente paso sería darles una fuerte razón para hacer lo que dices. Por ejemplo, que se acuesten por las noches sabiendo que son superiores a los demás. ¿En qué sentido?
"Cualquiera" puede hablar de cuidar el planeta. Eso es pura charlatanería. Solamente los de mentalidad superior, los que usan su cerebro para proyectarse al futuro, los que ponen en su corazón el futuro de las nuevas generaciones, contribuyen a un mundo mejor haciendo AHORA MISMO, algo tangible, algo real, algo magnífico: Reducir el consumos de plástico. Una cosa es hablar de ello, y otra muy diferente atacar el problema HACIENDO algo.
Y así, poco a poco, se te irá abriendo la mente para reunir las ideas que van brotando en tu interior. Entonces, se tal vez se te ocurra sacar una bolsa de papel justo en el momento en que dices: "Haciendo AHORA MISMO, algo tangible", mostrándola como la alternativa que deben pensar en vez de bolsas de plástico.
Así vas dando forma al final de tu discurso, no al comienzo. El final es lo que te motiva, lo que impulsa tus pensamientos a pensar en todo lo demás que se te pueda ocurrir al respecto. Y si te impulsó a ti, de seguro los impulsará a ellos. Si hablas con ganas, ellos te creerán y se convencerán igualmente. No solo pensarán: "¡Qué bonito discurso!" o "¡Qué bien habla!", sino: "¡Tengo que cooperar!", o "¡Ya no usaré tantas bolsas de plástico!". Tus palabras dejan de ser solo palabras. Ellos pasarán a la acción.
Ahora bien, ¿podrás pensar todo eso en los pocos segundos de que dispones para una improvisación? La respuesta es sí. ¡Porque el tema eres tú! ¿Acaso necesitas mucho tiempo para pensar en quién eres, como te llamas, dónde vives o cuál es tu pasatiempo? No. Entonces, tampoco necesitas mucho tiempo para hablar con el corazón de las cosas que bullen en tu interior. Pero recuerda: No pienses en el comienzo del discurso, sino en el final. Mantén tu mente y corazón en el final. Solo así el resto saldrá fácilmente.
Lo primero que debes preguntarte es: "¿Qué es lo que quisiera pedir a mis oyentes?". Tu corazón te contestará, por ejemplo: "Que no usen tanto plástico". Listo. Deja el resto a tu cerebro. Él sabrá cómo convertir la idea en una bomba que les explote en el alma. Si tienes el final, el resto saldrá solo, casi de milagro. Pero si no defines el final, darás vueltas y vueltas y vueltas, y escribirás algunas tonterías en un papel que arrugarás y arrugarás y arrugarás, y te torturarás sin poner un pie en tierra firme.
"Pero ¿cómo empiezo?" -dirás. Eso no será un problema si pensaste bien en el final. Será casi irrelevante. Tu cerebro no permitirá que te desvíes del tema ni que tartamudees, ¡porque sabe lo que quiere! Tiene un objetivo y un mensaje cargado de emoción. Cualquier cosa que digas será un éxito.
Por ejemplo: "Sabían que una bolsa de plástico demora muchos años para reciclarse" (escuchaste eso en la televisión, ¿verdad).
Otro ejemplo para comenzar: "Hay un hombre que está cumpliendo cincuenta años en prisión por matar a una personal La asfixió con una bolsa de plástico. Miles de tortugas marinas están ahogándose por atragantarse con bolsas de plástico. Las bolsas de plástico tardan cincuenta o más años en reciclarse.
Otro ejemplo para comenzar: "¡Yo vivo con un corazón de plástico!" (todos te quedarán mirando para saber si estás mintiendo o diciendo la verdad; pero el solo hecho de pensar que podría ser cierto, estarán esperando a ver cómo lo explicas). Luego añades: "No, no tengo un corazón de plástico. Pero vivo usando tanto plástico que pareciera que faltara poco para convertirme en un ser de plástico. ¿quisiéramos ser de plástico?".
Otro ejemplo para comenzar: "¿Dependemos del plástico?" (una larga pausa de cinco segundos les dará tiempo para recapacitar un poco sobre el grado al que estamos dependiendo del plástico. Pensarán en su tarjeta de crédito y en las bolsas que llevan al mercado, y tal vez hasta comiencen a pensar si sus anteojos, teléfonos y lentes de contacto son de plástico).
Esos son solo ejemplos para una introducción sobre ese tema. Pero cualquier cosa que digas, si mantienes tu objetivo, será excelente. Nadie sabe lo que hay en tu mente. Puedes decir cualquier cosa y nadie sabrá si lo tenías pleneado o preparado. El arte de improvisar implica que tus oyentes no sepan si lo preparaste o improvisaste.
Una acotación breve: El discurso preparado, el discurso extemporáneo y el discurso preparado no son lo mismo. El primero se prepara al detalle con tiempo de anticipación; el segundo se prepara sobre la base de un bosquejo previamente definido y quizás hay un poco de tiempo para armar un bosquejo; y el tercero no se prepara, se basa en lo que surge en ese momento, espontáneamente. Sin embargo, aun en esas condiciones, aunque no hayas preparado un bosquejo, tienes que pensar en un objetivo. Con un objetivo, por simple que sea, tienes grandes probabilidades de dar en el clavo de la eficacia.
En una clase, cierto alumno salió al frente y habló de manera impresionante sobre un tema que nos dejó pasmados. Lo aplaudieron a rabiar. Pero, basado en mi experiencia, le salté a la yugular y le pregunté delante de todos: "¿Preparaste tu discurso, o fue improvisado?". Contestó: "Fue improvisado". Entonces le pregunté: "Todo lo que nos has dicho ¿fue cierto o lo has inventado?". La respuesta fue: "No fue cierto. Lo inventé". Lo descubrí. Pensó que yo lo reprendería por engañarnos.
No fue así. Pedí un aplauso para él y lo puse como modelo de entusiasmo. A pesar de que lo que dijo no fue verdad, fue muy convincente y persuasivo. Pero les advertí a todos de los peligros de engañar a un auditorio. No lo felicité por mentir, sino porque usó bien el sentido de la improvisación. Se sacó la nota más alta. Pero en honradez y sinceridad, le di una nota baja. No es necesario engañar para improvisar con entusiasmo. Es mejor basarse en algo real. Engañar al auditorio, a no ser para ilustrar algo, puede costarnos la reputación.
Ahora bien, ¿cómo hacer en caso de que tu maestro de oratoria te pide que improvises sobre un tema que no conoces, y estás delante de todos y sientes el compromiso de hablar? Por ejemplo, te dice que hables sobre la Luna, sobre la mosca, sobre teléfonos celulares, sobre el desierto del Kalahari, sobre la anciana que vive en la cima de una montaña. Ante todo, recuerda que no es cierto que no tengas un tema para hablar. ¡Simplemente busca en tu corazón! De seguro has visto la Luna, has visto moscas, desiertos y ancianas. Solo di algo al respecto. Por ejemplo, recuerdas algo que le pasó a un amigo cuando estaban en la escuela:
"Un día un amigo bostezó justo cuando pasaba una mosca muy cerca de su boca. ¡Al aspirarla, se la tragó! ¡Qué asco! Da risa, pero en realidad, es más peligroso cuando nos tragamos una mentira, una falsa promesa, una traición, un chisme o una calumnia ¡o una bolsa de plástico! [¿ves como va tomando forma? De repente una simple mosca cobra vida ante los ojos de todos, ¡y hasta pudiste concectarla con el plástico! La introducción ha sido tan interesante que querrán escuchar más].
"Nos tragamos moscas todos los días cuando aceptamos como tontos todo lo que nos dice la publicidad y la propaganda. Tortugas marinas y ballenas también se ahogan todos los días pero no con publicidad, sino con una inundación de bolsas de plástico. ¡¡No bostecemos tan fuerte que nos traguemos una mosca!! Pero tampoco nos dejemos convencer por todo lo que dice la gente. ¡El plástico está perjudicándonos a todos!".
De ahí a entrar al final que tenías pensado, será tan simple como una consecuencia natural.
No soy biólogo. No he estudiado a la mosca. Solo sé que son molestas, se posan en la basura y a muchos les dan asco. Pero, sin querer, mi cerebro la usó para representar toda clase de tonterías que dice la gente, y sirvió para tratar el asunto del plástico. Cuando mencioné la mosca, no pensaste que hablaría del plástico ni de tortugas ni bostezos. Pensaste que seguiría hablando de la mosca. Es que no lo planeé. No lo diseñé. Mi cerebro lo hizo. Nunca antes dije eso sobre una mosca en conexión con el plástico. Acabo de hacerlo.
Tú también puedes hablar sobre una mosca y sobre cualquier cosa que haya ingresado a tu cerebro que puedas evocar. Así que no demores más. Comienza a improvisar sobre cualquier cosa, que la práctica te dará la experiencia, y cuando menos lo pienses, la improvisación nunca más será un problema para ti. ¡Serás muy convincente!
Practica los dos aspectos: 1) Piensa en cualquier cosa que hay en tu mente en ese momento, y 2) piensa en un objetivo, es decir, en cómo quieres terminar. Tu mente y corazón te enviarán el resto. ¡Quizás hasta no quieras terminar de hablar!
Dale Carnegie acostumbraba decir que una manera muy eficaz de ensayar un discurso, incluidos gestos y ademanes, y que por supuesto también serviría para desarrollar las habilidades para improvisar y enfocar más eficientemente cualquier información era trayendo a colación el tema al conversar cotidianamente con los amigos.
Es decir, en vez de ensayar frente a un espejo gestos y ademanes mecánicos, desprovistos de vida y naturalidad, recomendaba ensayar el tema discretamente trayéndolo a colación en las conversaciones habituales con los amigos, dejando brotar gestos, ademanes y movimientos espontáneos, pero teniendo en cuenta que los manifestaría de esa misma manera durante la exposición. Y prestar mucha atención a las reacciones de los interlocutores, recabando sus opiniones, a fin de incluir o excluir detalles.
Si quieres más información, busca en la sección S.O.S.
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